Dos balas. -Microrelato-

-Dos balas...



-Te amo.



-Yo también.



-¿De verdad crees que lo debemos hacer?



-Sí. Espérame en las puertas del cielo, entraré contigo de la mano.



Él asiente. Él amartilla la pistola y la coloca sobre la sien. Él sonríe al comprender que ella le hace un favor, no podría haberla visto morir. Él, que había destruido todo lo que se había interpuesto en su camino, sin importar que o quien fuese.



Ahora encerrados en la última habitación del último piso oía los jadeos, las fuertes pisadas en la vieja escalera, se acercaban... una muerte rápida, era imposible abrirse camino con dos balas. Si los capturaban sufrirían lo indecible, él no aguantaría verla sufrir; Sí, esto era lo mejor.



Clic



Ella dio un respingo al ver tanta sangre y coágulos grisáceos. Se puso en píe asqueada. Estaban apunto de llegar, las pisadas se encontraban a escasos metros. Antes que llegasen a la puerta ella la abrió y sonrió.



-Buen trabajo. –dijo el hombre de negro.


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Hace tiempo de este relatillo, habia pensado mandarlo a concurso o algo, pero psss... prefiero compartirlo con vosotros, mis cero espectadores xD



 

Serrín en mi cabeza

Al día siguiente la vi pasar. Me gustó la chica. ¿Qué quieres que haga? Una pedrada en la cabeza… me diría un viejo conocido. Pero creo que el estilo cromañón no se estila en estos turbulentos tiempos que corren. La verdad una lastima, todo seria más sencillo.

Tenía que conocerla, hablarle, darle amistad primero y luego poco a poco ir ensuciándole la mente para conseguir conquistarla. ¿Tanto vale la pena? ¿Me he enamorado? La verdad es que cuando la veo no me empalmo… solo pienso que podría pasear por el parque con ella, ir al cine. Me imagino los dos tomando un café en una soleada plaza… creo que necesito otro cubata…

-Joven son las tres de la mañana, yo voy a cerrar mi bar y tú deberías llamar a la zorra esa y dejarme tranquilo.

¿Porque no?

La verdad es que si, me quede parado. Quizás al ver sus ojos claros o su cuello esbelto, no lo se la verdad. Su piel blanca, color escarcha y su melena rubia me paralizo. Parecía frágil, pero al verla sonreír, me rompió por dentro. Noté... noté que algo se rompió…

-Niño joder, aguanta bien la bandeja. Que m’has empapao del puto café.
-Lo siento señora, invita la casa.