Negación 1ª parte
Dos veces te negué.
Tres ya no pude.
Yazgo hundido entre tus pechos después de horas de follar como locos. Satisfecha revuelves mi pelo con la mano. Joder como odio eso, parece que le des un caramelo a un puto crió. Y como el crió que soy mamo de tu pecho, y tu te ríes… por lo visto te hace gracia. Muerdo tu pezón y en vez de gritar de dolor, un quejido famélico de placer arranco de tu garganta.
Me ducho con agua hirviendo y espumoso jabón. Froto hasta enrojecer y que casi se me caiga la piel a tiras. Me has ensuciado, joder, hacia años, muchos años que no lloraba, y lo has conseguido.
Por que todavía recuerdo cuando te vi por primera vez. Durmiendo en mi sofá te encontré, llegaba yo de borrachera y allí estabas. Me frote los ojos varias veces, por si eran los vapores alcohólicos lo que me hacían verte, pero no… persistías allí. Desperezándote tímidamente comenzaste abrir los ojos, y al verme, una tenue sonrisa pinto tu rostro.
Dicen que cupido te lanza una flecha directa al corazón cuando te enamoras, pero o bien mi cupido se había pasado demasiadas horas en el gimnasio o el mismísimo Zeus me lanzó su fastuoso rayo y me traspaso el pecho.
Llevabas una camisa que cabían tres como tu… esa camisa a rayas... era mía. La habías cogido del armario. Tan solo llevabas la camisa apenas abrochada y abajo la ropa interior.
Con los labios separados tres pulgadas, sin imaginar que dios te había esculpido, escuche el ruido del cuarto de baño. Entre una cortina de vapor salio mi hermano desnudo, comprendí entonces la situación.
Entonces, desee lo indeseable. Cada viernes me quedaba en casa sin salir esperando a que llegaras con el para meteros de hurtadillas en su cuarto, así, al menos durante unos segundo te podía ver.
En ese momento me convertí en Caín.
Tres ya no pude.
Yazgo hundido entre tus pechos después de horas de follar como locos. Satisfecha revuelves mi pelo con la mano. Joder como odio eso, parece que le des un caramelo a un puto crió. Y como el crió que soy mamo de tu pecho, y tu te ríes… por lo visto te hace gracia. Muerdo tu pezón y en vez de gritar de dolor, un quejido famélico de placer arranco de tu garganta.
Me ducho con agua hirviendo y espumoso jabón. Froto hasta enrojecer y que casi se me caiga la piel a tiras. Me has ensuciado, joder, hacia años, muchos años que no lloraba, y lo has conseguido.
Por que todavía recuerdo cuando te vi por primera vez. Durmiendo en mi sofá te encontré, llegaba yo de borrachera y allí estabas. Me frote los ojos varias veces, por si eran los vapores alcohólicos lo que me hacían verte, pero no… persistías allí. Desperezándote tímidamente comenzaste abrir los ojos, y al verme, una tenue sonrisa pinto tu rostro.
Dicen que cupido te lanza una flecha directa al corazón cuando te enamoras, pero o bien mi cupido se había pasado demasiadas horas en el gimnasio o el mismísimo Zeus me lanzó su fastuoso rayo y me traspaso el pecho.
Llevabas una camisa que cabían tres como tu… esa camisa a rayas... era mía. La habías cogido del armario. Tan solo llevabas la camisa apenas abrochada y abajo la ropa interior.
Con los labios separados tres pulgadas, sin imaginar que dios te había esculpido, escuche el ruido del cuarto de baño. Entre una cortina de vapor salio mi hermano desnudo, comprendí entonces la situación.
Entonces, desee lo indeseable. Cada viernes me quedaba en casa sin salir esperando a que llegaras con el para meteros de hurtadillas en su cuarto, así, al menos durante unos segundo te podía ver.
En ese momento me convertí en Caín.
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